por Matías Maw
Entre telgopores reptantes y discos de sol viene una guitarra, viene a dar volumen a los pechos únicos
que sólo son "pechos" porque la poesía es un confuso manantial sin escuelas ni épocas.
Y bebe, en las piedras del derecho humano, de la prístina imaginación de un ser tan argentino, tanto,
que tal vez Artaud nunca pudo saborear las riquezas de la fuente que él mismo desbordó cuando viajaba lado a lado por puentes amarillos y surrealismos con las vísceras a puro hedor.
Todo gigante muere cansado, toda cumbre desea ser más. Y está la música, para dar fuerza a las fracturas de los poetas guerreros. Creer es crear, bien lo sabe cualquier hombre con un puñado de trigo en la mano; creer significa sobrevivir cuando el resto agoniza y pierde color dentro de aquel hermoso aparato que no conoce más que el ahogo, la desesperación, la quiebra. Hoy ha muerto un hombre que no tenía más Dios, un hombre que aprendió a vivir a 18 minutos del sol, un hombre invisible bajo capas de sonido y belleza, un hombre cuya juventud nunca cedió ante los muros de la sombra que olvida. Hoy no ha dejado de existir un poeta verdadero.
Miércoles 8 de febrero de 2012.
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