sábado, 11 de febrero de 2012

¿Qué clase de lectores somos?

Por Juan Pablo

Existe una discusión de antaño sobre cómo considerar al destinatario de un texto, esto es, al lector que se haya frente a un texto literario. Por un lado podemos encontrar al lector pasivo, el cual sólo participa del universo que nos ofrece el entretejido de signos de manera inactiva, éste sólo recibe el contenido del texto impasiblemente, sin participar de él de manera dinámica. Por otro lado, está el lector activo, quien participa en la lectura del texto de manera “activa”, éste se “compromete” de alguna manera con el relato participando en él de manera dinámica, “productiva”. Es decir, el lector activo que yace frente a un pasaje cumple el rol de “productor del texto”, en cierto sentido. La subjetividad de los destinatarios es ilimitada y esto es gracias a que cada individuo en particular produce su interpretación activa de un determinado relato, la cual puede ser absolutamente diferente a la interpretación activa de cualquier otro destinatario. Y este es el compromiso al cual se aferra el lector activo, es decir, producir su interpretación personal del texto. En el prólogo de la obra de Cortázar, Rayuela, el autor menciona a este tipo de lector activo, un lector que sea un personaje más de la trama del relato, que sea un “artífice” de ese universo que nos proporciona el texto. Del mismo modo, Umberto Eco sostiene que “un autor debe limitarse a crear su obra, no a interpretarla”, éste último trabajo quedará para el lector activo. Y aquí yo tomo partido, ya que considero que todos, como lectores, debemos comprometernos a crear nuestra propia interpretación activa de un determinado relato, y eso es lo que enriquece al arte en general, esa posibilidad de crear siempre diversas interpretaciones autónomas una de la otra sobre una misma manifestación artística.

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